jueves, 18 de abril de 2013

Rebeldes

Rebeldía, eso tan mal visto en la antigüedad, en la que abundaban grupos o individuos rebeldes que actuaban en favor de lo que hoy consideramos ético, y tan bien visto en estos días, repleto de rejuntes de personas a las que les gusta creerse rebeldes por el simple hecho de sentirse diferentes, superiores, revolucionarios si se quiere, actuando en favor de una idea que quizá ni siquiera los identifique. El fervor de llevar un escudo, la pasión de flamear una bandera y cantar, y jurar amor a un ser devenido superior. Fanatismo, en muchos casos. Lejos, muy lejos, de la rebeldía.

Rebelde era Spartacus, libertador de esclavos romanos, así como todos los que lo acompañaron en su lucha, o William Wallace, defensor de Escocia, y sus soldados. Rebeldes fueron los obreros de Chicago masacrados a fines del siglo XIX cuando reclamaban condiciones laborales adecuadas. Rebeldes, y qué rebeldes, fueron tantos jóvenes que perdimos durante la última dictadura, castigados por el simple hecho de defender sus derechos. O el Che Guevara, de quien podremos pasarnos años debatiendo acerca de sus valores pero jamás podremos negar su rebeldía. Rebelde, a su manera, era Diógenes de Sínope, "el cínico". Rebeldía intelectual era la de Sócrates, Galileo, Da Vinci...

Y hoy muchos, por la necesidad de sentirse rebeldes, terminan siendo funcionales al sistema que se los está comiendo. En muchos casos se enfocan en una "ideología" (lejos está de serlo realmente) sin metas de libertad. Sin coherencia, entonces, porque no sos rebelde por combatir, ni por defender tu bandera, si no tenés claras tus ideas, si no ves las cosas, si no luchás por el bien común. El bien común, casi siempre, es parte de la libertad. Un grupo organizado de personas, embanderadas, alineadas a un líder, gritando sobre luchas y victorias, no es un grupo de rebeldes. Se parece más a una secta.Y seguir a un movimiento político, sea cual sea, como lo haría una hinchada de fútbol, es contribuir un poco más a la contaminación de la sociedad. Los rebeldes no deben seguir a un ícono, a una persona, a un líder; deben seguir una idea sin traicionar sus convicciones y priorizando el bien común por sobre todas las cosas.

¿Querés ser rebelde? Andá a contar cuentos a un hospital, invitá indigentes a dormir a tu casa, salí a combatir narcos, adoptá cien perros abandonados o doná un pulmón a un beneficiario al azar. Peleá por hacer de tu casa, tu país o el mundo un lugar mejor. No faltan oportunidades. No sos rebelde por ir a una guerra donde el estúpido apasionado, el garca maquiavélico y el agitador rentado copan la parada en ambos bandos. Es una guerra donde no existen grises y por lo tanto no hay lugar para quienes analizan las cosas. Donde pelear es una constante, hacer las cosas mal también, y pensar es una alternativa para nada favorable, porque el que piensa molesta, incomoda, cuestiona. Una guerra con campos de batalla tan absurdos como el Facebook, el Twitter y los blogs. No hay lugar para los rebeldes.

Triste es no aceptar a quienes piensan diferente, porque en ellos se originó la rebeldía. Triste es que las premisas sean "estamos en la lucha", "hay que pelearla" o "venceremos" y no haya lugar para "todos juntos", "por la paz", "nos uniremos". Triste es verlos discutiendo sobre qué banda tiene más aguante, como si el país fuera un club y ellos fueran facciones de la barra.

Entonces, háganse llamar como quieran, canten lo que quieran, cuenten la historia que quieran contar y combatan a los enemigos que quieran combatir, pero por favor, no hablen de rebeldía, no tiene sentido, es una palabra gastada, perdió su valor.

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