miércoles, 28 de noviembre de 2012

Quisiera ser sabio

La inteligencia es definida generalmente como la capacidad de entender, razonar, resolver. Porque la inteligencia no es exclusivamente una virtud, aunque siempre la veamos como tal. Es una herramienta, se puede usar para bien o para mal. Si hablamos de personajes históricos que explotaron su inteligencia, la lista podría ir desde Arquímedes y Galileo hasta Julio Argentino Roca y Hitler, y como sabemos no todos ellos son dignos de admirar... Por eso, el uso de la inteligencia como medida de reputación me suena injusto.
Escuché en más de una ocasión la teoría de que la inteligencia de una persona es inversamente proporcional a su felicidad. ¿O sea, entonces, que para ser feliz hay que ser estúpido? Tal vez sea porque pensar demasiado te instiga a preocuparte por demás, pero de cualquier manera, si esto fuera cierto, no entiendo en qué punto la inteligencia es una virtud. Bueno, no seamos extremistas, la realidad es que la inteligencia no es lo que nos mide como personas, ni tampoco el límite de nuestra felicidad.
Yo quisiera ser inteligente y feliz a la vez. Y además, una buena persona ante los ojos de los demás. Y creo saber hacia donde apunta esa idea: la sabiduría.
Ser sabio no implica ser demasiado inteligente, aunque en muchos casos se puede ser ambas cosas. Sabio es quien combina su inteligencia con su experiencia y además, con un conjunto de principios morales adecuados a la sociedad en la que vive y a sus propias convicciones. Los sabios tienen valores. Siempre. Sabio era Sócrates, sabio era Gandhi, sabio es Mandela. Los sabios, por así decirlo, siempre estuvieron del lado de los buenos.
En cambio, según mi punto de vista, el hombre más inteligente de la historia, Leonardo Da Vinci, no gozaba de esta virtud. Su introvertida personalidad, su egolatría y su nulo interés por compartir sus conocimientos lo alejaron demasiado del concepto de sabiduría.
Y podría agregar lo que en mi opinión es la mayor ventaja de la sabiduría por sobre la inteligencia: su rol en la búsqueda de la felicidad. Sabio el que sabe vivir, el que sabe apreciar la vida tal cual es, el que sabe disfrutar a su manera cada una de las pequeñas cosas que se le presentan. Eso lo pone unos cuantos pasos por delante del resto de los mortales, que quedamos atrapados en pensamientos sin sentido y nos vemos atacados por nuestros propios miedos. Quizá la sabiduría y la felicidad no sean directamente proporcionales, pero yo creo que van de la mano.
Ya lo dije, sabio era Sócrates, el hombre más sabio del que tengo constancia. Cuando lo condenaron a muerte, dijo que no tenía miedo de morir porque nunca antes lo había hecho, y por lo tanto no tenía sentido temerle a algo que no conocía. Decía ser más sabio que los demás, porque, según sus propias palabras, "lo que no sé, no creo saberlo". Puede sonar arrogante, sí, pero creo que estaba en lo cierto.
Tal vez no seré el más grande en nada, no tendré ningún récord o mérito por el que me vayan a reconocer, y no le salvé la vida a nadie, pero quisiera que los demás me vean como un buen tipo, alegre y feliz. Supongo que es el primer paso para llegar a ser sabio.

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