miércoles, 4 de abril de 2012

A lo largo de 2000 viernes santos


Desde siempre tenemos en nuestra cabeza la imagen de un pontífice anciano, iluminado por su fé, dotado de una inmensa vocación humaniaria, con una vida repleta de experiencias que lo han hecho merecedor del lugar que ocupan. Pero a lo largo de la historia las cosas no siempre fueron así. Juan XII fue elegido Papa a los 17 años. ¿Qué lo habrá hecho merecedor del cargo cuando ni siquiera había llegado a la edad adulta? ¿Fue un santo precoz? Claro, debe haber sido así, por eso apenas tomó el mando de la Iglesia, usó gran parte del tesoro pontificio para pagar sus deudas de juego y, ya que estaba, contratar una pandilla de asesinos a sueldo para asegurarse el control de Roma. Por eso su palacio se transformó en un burdel repleto de cortesanas. Por eso violaba a las peregrinas en la mismísima basílica de San Pedro, de hecho así llegó su anunciado y merecido castigo: el esposo de una de sus víctimas lo mató a golpes. Sin embargo, sus atrocidades quedan muy por debajo de las de Alejando VI, que fue nombrado Papa en 1492 tras pagar fortunas y prometer favores a todos los cardenales del Vaticano (las cometas no son nuevas ni exclusivamente argentinas). Sin inmutarse por la tradicion del celibato (cosa que poco y nada importó a los antiguos pontífices a lo largo de la historia), vivió con una de sus tantas amantes, que le dio siete hijos, entre ellos César Borgia, que a pesar de ser una de las personas más crueles y despreciables que la historia recuerda, no tuvo inconvenientes en llegar a ser Cardenal. ¿Quién se atrevería a oponerse a tan poderosa familia? Sus asesinatos y demás atrocidades no podían ser juzgadas por nadie, su condición eclesiástica les daba una inmunidad que hoy parece incomprensible, pero antaño era normal.
Juan XII y Aleajndro VI son solo dos casos, los que han tenido más resonancia gracias a las pruebas y relatos de aquellas épocas. Pero no fueron los únicos: históricamente los poderosos tomaron lo que quisieron, y la Iglesia nunca dejó de ser una tentadora fuente de manejo de las civilizaciones occidentales. Y una vez que se llegaba a alcanzar ese poder, había que proteger esa fé de la manera que fuera, matando, destruyendo, convirtiendo a los infieles por las buenas o por las malas. La bellísima e incomparable biblioteca de Alejandría, por caso, fue incendiada por fanáticos cristianos por el simple hecho de "contener algunos escritos contrarios a la fé". Y de esas épocas heredamos algunas tradiciones, entre ellas las del uso de la cruz como símbolo cristiano, el celibato para el clero, la castidad antes del matrimonio, las fiestas de semana santa, y si uno piensa en el contexto en el que fueron puestas en práctica, ¿no es hora de que la Iglesia deje de lado su posición conservadora? De lo contrario, no hacen más que pretender ser eso mismo que en el fondo les gustaría dejar en el olvido...

Por eso este fin de semana, cuando me siente a tomar un Fernet mientras siento la brisa de las noches de otoño, voy a pensar en los que se quedaron en casa con motivo del Viernes Santo. Porque seguro que Juan XII, Alejando VI, César Borgia y tantos otros se quedaban en sus casas reflexionando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario